jueves, 5 de noviembre de 2009

sobre la traducción, parte II de II

¿Qué dice una obra literaria?¿qué comunica? Muy poco a aquel que la comprende. Su razón de ser fundamental no es la comunicación ni la afirmación. Y sin embargo la traducción sólo podría transmitir una comunicación, algo que carece de importancia, signo característico de una mala traducción, pues lo esencial ¿no es lo intangible, secreto, “poético”?
Porque ningún poema está dedicado al lector, ningún cuadro a quien lo contempla, ni sinfonía alguna a quienes la escuchan. En el original está contenida la posibilidad de traducción. La mala traducción es una transmisión inexacta de un contenido no esencial.
Una traducción por buena que sea, nunca puede significar nada para el original; pero gracias a su traducibilidad mantiene una relación íntima con él, así como las manifestaciones de la vida están íntimamente relacionadas con todo ser vivo, aunque no representen nada para éste. La traducción sirve pues para poner de relieve la íntima relación que guardan los idiomas entre sí. No puede revelar ni crear por sí misma esta relación íntima, pero sí puede representarla. La traducción es una forma de representación que apenas aparece fuera del ámbito de la vida idiomática.

Las lenguas no son extrañas entre sí, mantienen cierta semejanza en la forma de decir lo que se proponen. Pero¿dónde debe buscarse el parentesco entre dos idiomas? Todo el parentesco suprahistórico de dos idiomas se funda en que ninguno de ellos por separado, sin la totalidad de ambos, puede satisfacer recíprocamente sus intenciones, es decir el propósito de llegar al lenguaje puro. Los elementos aislados de los idiomas se excluyen entre sí, pero también se complementan en sus intenciones (filosofía del lenguaje) Hay que distinguir en la intención, lo entendido y el modo de entender. En las palabras Brot y pain, lo entendido es idéntico pero el modo de entenderlo no lo es, por la forma de pensar.
Tomadas aisladamente las lenguas son incompletas y sus significados nunca aparecen en ellas con la independencia por lo menos relativa de una palabra aislada, sino que se encuentran en una continua transformación a la espera de una armonía. La traducción se alumbra como prueba de la distancia que media entre su misterio y su revelación, y se ve hasta qué punto esa distancia se halla presente en el conocimiento. En cambio las religiones hacen madurar en los idiomas la semilla oculta de otro lenguaje más alto, altura relacionada con lo que en la traducción es más que comunicación. La parte importante no es transmisible. Ha de encontrarse en la lengua a la que se traduce una actitud que pueda despertar en dicha lengua un eco del original. El problema de hacer madurar en la traducción, el gérmen del lenguaje puro parece no resolverse probablemente ni determinarse nunca con ninguna solución.


Collage del texto La tarea del traductor,
Walter Benjamin

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